La fuente de los deseos
Sentada en la sala de espera del aeropuerto, a punto de abordar, lanzó una rápida miraba detrás de sus gafas de marca por afuera de la ventana. La imagen del avión pintado con un círculo rojo en la trompa, le recordaba la nariz de un payaso, y por alguna razón le vino a la mente ese cumpleaños número 8 en casa de la abuela.
Victoria escucho el anuncio para abordar. Sonrió ante aquel recuerdo y cerró el libro que leía para matar el tiempo de espera. Lo guardó en su bolsa, que mas bien parecía un curioso maletín, tomó su chamarra de piel y se formó en la fila para abordar con el boleto y el pasaporte en mano.
Tenía la gracia de una gacela en cada movimiento. Siempre ágil, elegante. Un porte de esos que no es común ver. Pero por dentro, su espíritu siempre había sido indomable.
- Su boleto señorita?
Victoria entrego el boleto. El empleado verifica la lista, le devuelve el boleto sellado y le indica con una seña que avance.
Camina por el pasillo siguiendo a los demás hasta el avión.
Llegando a la puerta un grupo de azafatas daban la bienvenida a los pasajeros. Una de ellas toma el boleto y le indica hacia donde se encuentra su asiento.
Camina por los estrechos pasillos hasta primera clase y se sienta. Tiene la ventanilla, le gusta mirar al despegar y al aterrizar.
Se acomodó en el asiento y pidio una bebida. Sacó de nuevo el libro mientras esperaba el despegue.
Fué un vuelo tranquilo.
Escucho el anuncio del piloto avisando:
- Estamos llegando a nuestro destino. Estamos por aterrizar en el aeropuerto de Fumicino en Roma. Favor de abrocharse los cinturones de seguridad. Enderecen los asientos y eviten levantarse de ellos hasta el aterrizaje. Gracias por volar con lineas Italianas, esperamos haya sido de su agrado.
Su corazón se aceleró. Miró por la ventanilla y vio el mar mientras el avión se acomodaba buscando las pistas del aeropuerto.
Una vez aterrizando, salieron todos los pasajeros del avión y caminaron por un pasillo muy largo. Reconocía esos pasillos. Al menos 2 veces al año viajaba hasta Italia por buenos motivos.
Después de recoger su equipaje salió hacia los pasillos generales. Vió a alguien con un letrero con su nombre y se acercó.
- Buenos días, el Sr. Giussepe no pudo venir por usted. Nos ha pedido la llevemos al hotel. El la verá más tarde ahí.
Con sorpresa pregunta. - En un hotel? y desde cuando Giussepe me manda a un hotel?
- Lo siento Señorita, nosotros solo le damos un mensaje, las razones de ello las desconocemos.
Subieron a un auto elegante. Y se enfilaron en la transitada carretera rumbo a la ciudad por la carretera Cristoforo Colombus.
36 minutos después, casi cronometrado, estaban pasando frente a la estación del tren Termini por la calle Giovani Giolitti atravesando la piazza dei cinqueciento hasta viale Luiggi Einaudi. El auto se detuvo en piazza de la repubblica frente al majestuoso edificio.
Entraron en el Hotel Exedra, uno de los más lujosos de la ciudad.
Los empleados del hotel parecían saber quien era ella. Se acercó al escritorio de recepción.
- Buenas tardes Señorita Monteverde, su habitación está lista y está pagada por 2 semanas, incluyendo los gastos dentro del hotel. No se preocupe por nada. Aquí está su llave. Le presento a Giuglio, él será su asistente personal durante su estancia. Cualquier cosa que necesite, él se encargará de asistirla. Que tenga una feliz estancia en el Exedra.
Un esbelto joven, bronceado, alto, de ojos tremendamente claros y cabellos oscuros, vestido impecablemente, se acercó.
- Bienvenida al Exedra, soy Giuglio y estoy para asistirle en lo que necesite. Permitame acompañarla a la suite y verificar que se desempaque su equipaje correctamente. Desea algo para ésta noche?
- Gracias... Giuglio, verdad?
- Sí, sí, Giuglio
- Por el momento solo quiero descansar. Tal vez algo de comer.
- Claro que sí.
Subieron por un amplio elevador hasta el último piso. Giuglio abrió la puerta y entraron en una espaciosa habitación. Una enorme sala, junto el comedor para 8 personas y de frente unos grandes ventanales con vaporosas cortinas, que llevaban a una amplia terraza con una fabulosa vista de la ciudad.
- Señorita Monteverde, bienvenida a la suite presidencial.
Victoria quedó atónita. Giussepe, en sus 3 años de relación, siempre la había tratado como una princesa pero en ésta ocasión se sentía una reina.
El botones dejo las maletas en la habitación principal y Giuglio le explicó brevemente lo principal de la habitación. Antes de despedirse le indicó que para cualquier cosa que necesitara marcara la extensión 1800.
Se despidió y salió. Victoria corrió a la ventana y escuchó su estómago rugir. Fué hasta el minibar y saco una bolsa de cacahuates y se sentó a hojear el menú de servicio a cuartos.
Optó por una ensalada verde con atún sellado en una reducción de oporto con cebollines dulces. Llamó a la extensión de Giulio y le pidió la ensalada y una botella de Lambrusco rosado.
Entró en la habitación y encontró sobre la cama un sobre con su nombre. Reconocía la letra de Giussepe.
Abrió la carta y quedó en shock.
Amore:
Disculpa que no haya podido ir por ti. En nuestra última separación te prometí volver pronto, pero a veces, suceden cosas que uno no puede controlar.
Sé que te hacía ilusión venir. Sé cuánto amas mi país y lo que él te ama a tí. Por éso decidí rentar ésta suite para ti y espero la disfrutes. Sin embargo, no he tenido el valor de enfrentar ésto cara a cara.
No quiero alargar ésto, conocí a alguien. Alguien que me llena, alguien que me ha inspirado a dar el siguiente paso y no es que no lo haya pensado contigo, solamente que siempre sentí que algo faltaba en ésta relación. Tal vez fue la distancia, el tiempo. No lo sé y no hace falta saberlo, solo es así.
Me caso en un mes. Toma estas vacaciones como una forma de retribuirte algo de lo que me has dado en estos 3 años. No me busques.
Todos los gastos están pagados. En este mismo sobre hay una tarjeta de crédito para todos tus gastos en Roma. Disfruta la ciudad desde esta nueva perspectiva.
No puedo mas que desearte lo mejor porque eres una gran mujer.
Bepe
Victoria permaneció unos segundo con la mente en blanco. Esto tenía que ser una broma de mal gusto.
Escuchó la puerta y enseguida Giuglio entró.
- Disculpe, ya he ordenado su comida y estará aquí en 40 minutos. Prepararé la mesa. Quiere comer adentro o en la terraza con la vista de Roma?
Sin respuesta, Giuglio repite la pregunta.
- Señorita Monteverde, desea comer adentro o afuera.
Victoria solo respondió. - Adentro está bien. Abre la botella por favor.
Giuglio abrió la botella y sirvió una copa delicadamente. La extendió a Victoria quien casi de un sorbo la bebió entera estirando de nuevo la copa para que le volviera a servir sin siquiera dedicarle una mirada.
Giuglio se da cuenta de que algo anda mal.
- Todo bien Señorita Monteverde.
- Sí, déjame sola por favor.
- Necesita algo más?
- No, solo déjame sola.
Tomó la botella y se encerró en la habitación, bebiendo y llorando desconsoladamente. Todo iba tan bien que no se lo esperaba. Ni siquiera le daba la cara este hijo de puta. Tres años y no tuvo los pantalones para terminar la relación de frente.
Se bebió la botella entera y luego se quedó dormida hasta la mañana siguiente.
Se despertó cuando escuchó la puerta y ruido en la sala.
Se dio cuenta que se había quedado dormida con la ropa puesta. Se asomó a la sala y vio a Giuglio poniendo la mesa y justo detrás de él un mesero con un carrito de servicio esperando a servir el desayuno.
- Buenos días Señorita Monteverde, me tome la libertad de ordenarle el desayuno. Noté que anoche no comió nada.
Le había traído un plato de fruta, jugo y un gran croissan
Le había traído un plato de fruta, jugo y un gran croissan
- Gracias Giuglio, no tengo hambre, pero intentaré comer algo.
Se acercó a la mesa y Giuglio retiró la silla para que se sentara.
- El día está hermoso. Tal vez le gustaría tomar el café afuera. - dijo, guiñándole un ojo
- Sí, estará bien, supongo.
Giuglio salió de la suite dejando al mesero sirviendo el desayuno.
Apenas y probo bocado, pero aceptó la sugerencia de Giuglio y salió al balcón con la taza de café. Se sintió recuperada. Le dio vueltas en la cabeza a todo esto que no lograba entender y se rindió.
Intentó llamar a Giussepe pero no obtuvo respuesta.
- Me puedo llevar el servicio Señorita Monteverde?
La voz de Giuglio la sacó de sus pensamientos.
- Sí, gracias. Puedes hacerme una cita en el SPA, quiero un masaje relajante y necesito manicura y pedicura.
- Muy bien, alguna hora especial?
Miró su reloj. Eran las 9 y media. - A las 11 está bien.
- Considérelo hecho.
- Gracias Giuglio.
Giuglio salio de la suite y se dirigió a la pequeña oficina del fondo del pasillo suspirando.
- Calmate Giuglio.- pensó - Una mujer como esa jamás se fijaría en ti. Por Dios!! se hospeda en la suite presidencial. Que le podrías ofrecer?
Giuglio apartó sus pensamientos y se dispuso a hacerle las citas en el SPA.
Llamó luego a la florería del hotel y ordeno un pequeño arreglo vistoso y lo llevó a la suite.
Al entrar, la puerta de la habitación principal estaba abierta y en ella Victoria semidesnuda saliendo del baño. A pesar de la edad, tenia un cuerpo bien formado.
Giuglio finjió no darse cuenta y entro directo hasta el comedor y dejó el arreglo en la mesa con una nota: " que hoy tenga un espectacular día " Giuglio.
De pronto se da cuenta que esto podría costarle el trabajo, pero antes de salir, Victoria aparece en bata.
- Giuglio, que susto me diste.
- Lo siento señorita Monteverde, no era mi intención.
Victoria ve el arreglo y se acerca a la mesa.
- Esto es para mí?
- Sí, es un pequeño detalle.
- Y de quién?
Sintiendo como le subían los colores a la cara, respondió. - De mi parte. La he visto un poco triste ayer y quise alegrarla. Espero no me lo tome a mal.
El gesto le pareció por de más tierno. Aquel chico, haciendo más allá de sus deberes para animar a una cuarentona en crisis.
Se acercó a Giuglio y le tomo la cara con una mano en gesto te ternura.
- Gracias, es lo mas lindo que he recibido desde que pise Roma. - y sin pensarlo lo abrazó.
Giuglio sintió correr la sangre a tal velocidad que casi pierde el equilibrio.
- No hay de que... lo hago con mucho gusto. - dijo casi tartamudeando.
Victoria se fue al SPA. y con sorpresa descubrió que en la mente traía clavado a su joven asistente personal.
Sonrió pícaramente y dijo para sí misma. - Una noche con un hombre como ese no me caería mal en estos momentos. Que tal te caería eso Giusseppe?
Después de la tarde de SPA bajo al restaurante principal a comer.
Por su lado Giuglio supervisaba la limpieza de la suite y estaba pendiente hasta del más mínimo detalle.
Angela, una de sus compañeras, lo mira a lo lejos. Ha estado enamorada de él desde hace tiempo, pero solamente ha conseguido ser su amiga. Se aproxima a la suite.
- Te he visto mirarla. Te lleva al menos 10 años. Estas loco? Es una huésped y se hospeda en la suite presidencial?
- De que hablas Angela, no fastidies.
- Te conozco. No te he visto mirar a nadie como a ella. Bájate de esa nube o te vas a dar un golpe muy grande.- dijo Angela dándose vuelta y saliendo de la habitación con todas las esperanzas perdidas.
Giuglio entró a la habitación y abrió el closet. Tomó una prenda y la abrazó como si se tratara de Victoria. Suspiró y dejó todo de nuevo cómo estaba.
Cuando Giuglio terminó de verificar que todo se encontrara bien en la suite salió. Al llegar al elevador, la puerta se abrió y ahí estaba ella.
- Buenas tardes Señorita Monteverde, cómo estuvieron sus servicios de SPA?
Victoria lo miraba fijamente a los ojos y le sonrió.
- Estuvo genial, gracias. Escucha Giuglio, quiero salir a hacer algunas compras. Podrás acompañarme?
- Por supuesto. Arreglare un auto con chofer. A que hora le parece bien?
- Podrías tenerlo listo en una hora?
Cuando Giuglio terminó de verificar que todo se encontrara bien en la suite salió. Al llegar al elevador, la puerta se abrió y ahí estaba ella.
- Buenas tardes Señorita Monteverde, cómo estuvieron sus servicios de SPA?
Victoria lo miraba fijamente a los ojos y le sonrió.
- Estuvo genial, gracias. Escucha Giuglio, quiero salir a hacer algunas compras. Podrás acompañarme?
- Por supuesto. Arreglare un auto con chofer. A que hora le parece bien?
- Podrías tenerlo listo en una hora?
- Por supuesto.
- Y reserva una mesa para dos en el mejor restaurante de Roma como a las 8 pm
- Enseguida.
Giuglio salió de ahí sintiendo celos. Con quién se vería Victoria para cenar en el mejor restaurante de Roma?
Victoria entró a la habitación y buscó un vestido rojo, strapless, con un ligero drapeado de seda en el busto. Tenía una hermosa caída. Ni muy justo, ni muy suelto. Se adaptaba perfectamente a su atlética figura.
Se maquilló, se recogió el cabello en un elegante chongo y se puso una gargantilla discreta de diamantes a juego con unos aretes. Se estaba calzando unas zapatillas plateadas cuando escuchó la puerta de la sala abrirse.
Tomó un pequeño bolso plateado y salió de la recámara.
Giuglio la miró atónito. Era como una aparición de la madonna.
- Wow, que hermosa se ve Señorita Monteverde.
- Gracias, y Giuglio, hoy se acaba eso de señorita Monteverde. Llámame Victoria.
Lo dijo acercándose lentamente a él.
- Vamos, se hace tarde.
Subieron al auto y se enfilaron a las tiendas de lujo de Piazza Spagna. Giuglio pacientemente iba detrás de Victoria cargando las bolsas de las compras. Apenas y hablaron en el camino.
- Giuglio, no se te antoja un gelatto? yo muero por uno.
- Sí, aquí a la vuelta hay una de las mejores gelatterias. Quiere esperarme aquí o desea ir hasta allá?
- Vamos, amo caminar por las calles de Roma.
Cruzaron la calle y se metieron por un callejón hasta llegar a un pequeño negocio de helados caseros. Se sentaron en una mesita pequeña afuera del negocio a comer su helado. De pronto los dos reían como grandes amigos contándose anécdotas. Olvidándose de la diferencia de edades y las clases sociales.
Victoria estaba sorprendida de la madurez de este chico a quien le llevaba 12 años exactamente.
Se levantaron para ir al restaurante a cenar. Mientras caminaban por las angostas calles de antiguas construcciones, sus manos se rozaba ocasionalmente generando descargas de electricidad en ambos. Subieron al auto y se enfilaron al reconocido restaurante La terraza dell´Eden, que pertenece al Hotel Eden.
- Vamos Giuglio, espero me hagas el honor de acompañarme en esta cena.
- Yo? Victoria solo soy su asistente.
- Ok, entonces, ya que estas a mi servicio, te ordeno que me acompañes - dijo riendo.
- Esta bien, yo soy su humilde servidor y cumplo órdenes- respondió riendo también. Se quitó el gafete con su nombre y el saco con el logotipo del hotel.
El portero abrió la gran puerta de cristal que abría hacia la calle, por lo que Victoria tuvo que dar un paso hacia atrás para dar espacio. Cuestión de segundos, Giuglio que venía detrás se detuvo abruptamente y ella choco de espaldas a él. Un rápido instinto hizo que Giuglio le rodeara la cintura y extendiera la palma de su mano por la parte baja de su busto. La presionó contra él. Inmediatamente, como respuesta, Victoria se detuvo y sujetó el brazo de Giuglio que la rodeaba, como para no dejarlo soltarla. Él no pudo evitar acercarse y besarla por el cuello aspirando su aroma.
Victoria supo que no habría vuelta atrás. Había dado entrada a algo que no estaba segura de poder o de querer detener.
Entraron al restaurante de la mano. Les dieron una mesa en la terraza con una gran vista.
Giuglio escogió un vino espumoso francés muy suave y afrutado. Victoria estaba sorprendida con lo refinado que era.
Al rededor de las 10 de la noche. Decidieron dar un paseo por la Fuente de Trevi.
- No puedo dejar de sorprenderme cada vez que vengo. El ruido del agua cayendo de la fuente es impresionante.
- Sí, es una obra maestra.
Victoria, rozó a Giuglio accidentalmente y éste le tomo la mano. Ambos se miraron. El le guiñó un ojo y ella recargó su cabeza en el hombro de Giuglio. Se detuvieron en la escalinata. Ella sacó dos monedas y bajo las escaleras. Dio la espalda a la fuente y lanzó las monedas a la fuente como indica la tradición.
Regresó donde Giuglio que la miraba divertido y le dijo:
- Sí la fuente cumple los deseos, entonces no me iré nunca de aquí. -
- No dejaré que te vayas. - y la tomo delicadamente por la cintura y la beso despacio.
Victoria no puso resistencia. Se dejó llevar y estaba dispuesta a llegar hasta el final.
Subieron al auto y regresaron al hotel. Todo el camino, venían de la mano. Ninguno veía la hora de estar juntos, a solas.
Llegaron al hotel, bajaron las compras. Era casi media noche.
- Giuglio, no quiero perjudicarte en el trabajo. Sé que no puedes quedarte conmigo esta noche.
- Si, lo sé. Yo ahora iré a un bar aquí cerca. Te pido un taxi y te espero ahí. Podemos ir a mi casa. No es el Exedra, pero esta en un lindo vecindario.
- Ok. pídelo en media hora para que nadie sospeche. Te veo ahí. Me pondré algo más cómodo.
- Jeans estará bien.
- Ok. Te veo ahí.
Se despidieron con un largo beso tierno y Giuglio salió con el corazón a mil. Bajó por la puerta de empleados y checó su tarjeta de turno. Se despidió de sus compañeros. Ninguno sospechó nada a pesar de ser tan tarde. Giuglio se caracterizaba por su entrega en el trabajo y todos lo sabían. Así que no era extraño verlo irse tarde a casa después de un largo día de trabajo.
Media hora después, la recepcionista llamó a la suite.
- Señorita Monteverde, el taxi que pidió está aquí.
- Bajo en seguida. Gracias.
Enfundada en jeans, botas, una camiseta y una chamarra ligera bajo con el bolso en mano. Antes de salir, se deshizo el chongo y se hizo una coleta.
Bajó al lobby y se dirigió a la recepción.
- Señorita, no sé a que hora regreso, pero puede dejarle el mensaje a mi asistente que porfavor me haga una cita en el SPA mañana como a las 4 de la tarde?, solo un masaje relajante. Y que se prepare para acompañarme de compras nuevamente.
- Claro que sí, es todo?.
- Sí, creo que sí. Gracias.
Salió y tomó el taxi que la esperaba.
- Buenas noches. El Sr. Messina me ha dado la dirección a dónde llevarla. Está lista?
- Sí, gracias.
El taxista abrió la puerta para que entrara y arrancó el vehículo.
En aproximadamente 20 minutos con el tráfico, se encontraba frente a un edificio. El taxista tocó la bocina 3 veces y Giuglio salió sin camisa con tan solo pantalones puestos.
Ella bajo del taxi y se acercó a la puerta. Sonrió como una quinceañera. - Hola - Dijo.
Él la tomo por la cintura. - Te extrañe.
- Exagerado... yo también. Y no íbamos a un bar?
- Quieres ir? Aún podemos ir si quieres.
- Es esta tu casa?
- Sí, quieres pasar
Victoria solo asintió con la cabeza
Entraron a una estancia amplia y muy limpia. Le sorprendió la cantidad de libros que había en el gran librero.
- Sabes que esto es una locura?
- Sí, y no quiero determe a pensar mucho en ello. Si lo hago, daré media vuelta y regresaré al hotel.
Giuglio la tomo por la cintura con fuerza, la miró brevemente y susurro.
- Me volví loco por tí desde el momento que pisaste el hotel. He soñado tanto esto que no quiero despertar.
Victoria lo rodeo por el cuello y ambos se fundieron en un beso apasionado.
No hubo preámbulo, la pasión les consumía. Entre besos y caricias se despojaron de sus prendas y se perdieron uno en el cuerpo del otro hasta casi amanecer.
Giuglio se levantó de la cama. Victoria lo miro desnudo por detrás y se excito de nuevo.
Se levantó detrás de él y lo siguió hasta la cocina. En silencio se acercó por atrás mientras él bebía un vaso de jugo y lo rodeo con sus brazos por la cintura pegando su cuerpo desnudo al de él. Le besó despacio el cuello y la espalda. Podía escucharse la respiración agitada de ambos. Las manos jugueteaba por el cuerpo de Giuglio y los besos se hicieron mas apasionados.
No había límites para su entrega.
Un par de horas después entraron a bañarse juntos. Eran las 7:30 am cuándo Giuglio salió de casa rumbo al hotel.
- Solo cierra cuando salgas, yo te veré en el hotel.
Giuglio salió de su casa más sonriente que nunca.
Las dos semanas en la suite presidencial fueron las dos semanas más increíbles en la vida de los dos. Victoria había descubierto otra clase de amor. Sin poses, sin precio.
Llegado el momento de la despedida, en el aeropuerto a punto de abordar. Victoria se giró y vio a Giuglio caminar hacia la salida. No notó sus lágrimas, pero lo intuía. Se dijo que era ahora o nunca el momento de jugársela. O se regresaba a casa con un bello recuerdo o luchaba hasta el final por lo que acababa de construir con aquel hombre que la volvia loca.
No lo dudó. Tomó su maleta y corrió tras él
- Giuglio, Giuglio.
El se detuvo en seco. Levantó la mirada del suelo y se secó las lágrimas. Se giró lentamente y ahí esta ella. Decidida a intentarlo. Una princesa dejando todo por el lacayo.
- Todo esto me asusta, -dijo Victoria - pero puedo acostumbrarme a vivir en tu pequeño apartamento. Aprenderé a cocinar si aún quieres vivir esta aventura conmigo.
No hubo necesidad de decir nada. La tomó por la cintura y la beso delicadamente. Juntos se encaminaron a la salida abrazados.
- Señorita Monteverde, tendrá que buscar un trabajo
- Senor Messina, yo tengo un trabajo.
- Ah sí, y se puede saber cual es?
- Ser la Señora Messina
Se detuvieron frente al auto. Luego de un gran beso Victoria dijo:
- La fuente de Trevi cumplió mi deseo. Nunca me iré de aquí.
- Yo nunca te dejaré ir.
Los malos recuerdos se borraron de su mente. Nada podía opacar la felicidad que ahora había encontrado.
Victoria se aferro a este amor decidida a comenzar de nuevo viviéndolo hasta las últimas consecuencias.
- Y reserva una mesa para dos en el mejor restaurante de Roma como a las 8 pm
- Enseguida.
Giuglio salió de ahí sintiendo celos. Con quién se vería Victoria para cenar en el mejor restaurante de Roma?
Victoria entró a la habitación y buscó un vestido rojo, strapless, con un ligero drapeado de seda en el busto. Tenía una hermosa caída. Ni muy justo, ni muy suelto. Se adaptaba perfectamente a su atlética figura.
Se maquilló, se recogió el cabello en un elegante chongo y se puso una gargantilla discreta de diamantes a juego con unos aretes. Se estaba calzando unas zapatillas plateadas cuando escuchó la puerta de la sala abrirse.
Tomó un pequeño bolso plateado y salió de la recámara.
Giuglio la miró atónito. Era como una aparición de la madonna.
- Wow, que hermosa se ve Señorita Monteverde.
- Gracias, y Giuglio, hoy se acaba eso de señorita Monteverde. Llámame Victoria.
Lo dijo acercándose lentamente a él.
- Vamos, se hace tarde.
Subieron al auto y se enfilaron a las tiendas de lujo de Piazza Spagna. Giuglio pacientemente iba detrás de Victoria cargando las bolsas de las compras. Apenas y hablaron en el camino.
- Giuglio, no se te antoja un gelatto? yo muero por uno.
- Sí, aquí a la vuelta hay una de las mejores gelatterias. Quiere esperarme aquí o desea ir hasta allá?
- Vamos, amo caminar por las calles de Roma.
Cruzaron la calle y se metieron por un callejón hasta llegar a un pequeño negocio de helados caseros. Se sentaron en una mesita pequeña afuera del negocio a comer su helado. De pronto los dos reían como grandes amigos contándose anécdotas. Olvidándose de la diferencia de edades y las clases sociales.
Victoria estaba sorprendida de la madurez de este chico a quien le llevaba 12 años exactamente.
Se levantaron para ir al restaurante a cenar. Mientras caminaban por las angostas calles de antiguas construcciones, sus manos se rozaba ocasionalmente generando descargas de electricidad en ambos. Subieron al auto y se enfilaron al reconocido restaurante La terraza dell´Eden, que pertenece al Hotel Eden.
- Vamos Giuglio, espero me hagas el honor de acompañarme en esta cena.
- Yo? Victoria solo soy su asistente.
- Ok, entonces, ya que estas a mi servicio, te ordeno que me acompañes - dijo riendo.
- Esta bien, yo soy su humilde servidor y cumplo órdenes- respondió riendo también. Se quitó el gafete con su nombre y el saco con el logotipo del hotel.
El portero abrió la gran puerta de cristal que abría hacia la calle, por lo que Victoria tuvo que dar un paso hacia atrás para dar espacio. Cuestión de segundos, Giuglio que venía detrás se detuvo abruptamente y ella choco de espaldas a él. Un rápido instinto hizo que Giuglio le rodeara la cintura y extendiera la palma de su mano por la parte baja de su busto. La presionó contra él. Inmediatamente, como respuesta, Victoria se detuvo y sujetó el brazo de Giuglio que la rodeaba, como para no dejarlo soltarla. Él no pudo evitar acercarse y besarla por el cuello aspirando su aroma.
Victoria supo que no habría vuelta atrás. Había dado entrada a algo que no estaba segura de poder o de querer detener.
Entraron al restaurante de la mano. Les dieron una mesa en la terraza con una gran vista.
Giuglio escogió un vino espumoso francés muy suave y afrutado. Victoria estaba sorprendida con lo refinado que era.
Al rededor de las 10 de la noche. Decidieron dar un paseo por la Fuente de Trevi.
- No puedo dejar de sorprenderme cada vez que vengo. El ruido del agua cayendo de la fuente es impresionante.
- Sí, es una obra maestra.
Victoria, rozó a Giuglio accidentalmente y éste le tomo la mano. Ambos se miraron. El le guiñó un ojo y ella recargó su cabeza en el hombro de Giuglio. Se detuvieron en la escalinata. Ella sacó dos monedas y bajo las escaleras. Dio la espalda a la fuente y lanzó las monedas a la fuente como indica la tradición.
Regresó donde Giuglio que la miraba divertido y le dijo:
- Sí la fuente cumple los deseos, entonces no me iré nunca de aquí. -
- No dejaré que te vayas. - y la tomo delicadamente por la cintura y la beso despacio.
Victoria no puso resistencia. Se dejó llevar y estaba dispuesta a llegar hasta el final.
Subieron al auto y regresaron al hotel. Todo el camino, venían de la mano. Ninguno veía la hora de estar juntos, a solas.
Llegaron al hotel, bajaron las compras. Era casi media noche.
- Giuglio, no quiero perjudicarte en el trabajo. Sé que no puedes quedarte conmigo esta noche.
- Si, lo sé. Yo ahora iré a un bar aquí cerca. Te pido un taxi y te espero ahí. Podemos ir a mi casa. No es el Exedra, pero esta en un lindo vecindario.
- Ok. pídelo en media hora para que nadie sospeche. Te veo ahí. Me pondré algo más cómodo.
- Jeans estará bien.
- Ok. Te veo ahí.
Se despidieron con un largo beso tierno y Giuglio salió con el corazón a mil. Bajó por la puerta de empleados y checó su tarjeta de turno. Se despidió de sus compañeros. Ninguno sospechó nada a pesar de ser tan tarde. Giuglio se caracterizaba por su entrega en el trabajo y todos lo sabían. Así que no era extraño verlo irse tarde a casa después de un largo día de trabajo.
Media hora después, la recepcionista llamó a la suite.
- Señorita Monteverde, el taxi que pidió está aquí.
- Bajo en seguida. Gracias.
Enfundada en jeans, botas, una camiseta y una chamarra ligera bajo con el bolso en mano. Antes de salir, se deshizo el chongo y se hizo una coleta.
Bajó al lobby y se dirigió a la recepción.
- Señorita, no sé a que hora regreso, pero puede dejarle el mensaje a mi asistente que porfavor me haga una cita en el SPA mañana como a las 4 de la tarde?, solo un masaje relajante. Y que se prepare para acompañarme de compras nuevamente.
- Claro que sí, es todo?.
- Sí, creo que sí. Gracias.
Salió y tomó el taxi que la esperaba.
- Buenas noches. El Sr. Messina me ha dado la dirección a dónde llevarla. Está lista?
- Sí, gracias.
El taxista abrió la puerta para que entrara y arrancó el vehículo.
En aproximadamente 20 minutos con el tráfico, se encontraba frente a un edificio. El taxista tocó la bocina 3 veces y Giuglio salió sin camisa con tan solo pantalones puestos.
Ella bajo del taxi y se acercó a la puerta. Sonrió como una quinceañera. - Hola - Dijo.
Él la tomo por la cintura. - Te extrañe.
- Exagerado... yo también. Y no íbamos a un bar?
- Quieres ir? Aún podemos ir si quieres.
- Es esta tu casa?
- Sí, quieres pasar
Victoria solo asintió con la cabeza
Entraron a una estancia amplia y muy limpia. Le sorprendió la cantidad de libros que había en el gran librero.
- Sabes que esto es una locura?
- Sí, y no quiero determe a pensar mucho en ello. Si lo hago, daré media vuelta y regresaré al hotel.
Giuglio la tomo por la cintura con fuerza, la miró brevemente y susurro.
- Me volví loco por tí desde el momento que pisaste el hotel. He soñado tanto esto que no quiero despertar.
Victoria lo rodeo por el cuello y ambos se fundieron en un beso apasionado.
No hubo preámbulo, la pasión les consumía. Entre besos y caricias se despojaron de sus prendas y se perdieron uno en el cuerpo del otro hasta casi amanecer.
Giuglio se levantó de la cama. Victoria lo miro desnudo por detrás y se excito de nuevo.
Se levantó detrás de él y lo siguió hasta la cocina. En silencio se acercó por atrás mientras él bebía un vaso de jugo y lo rodeo con sus brazos por la cintura pegando su cuerpo desnudo al de él. Le besó despacio el cuello y la espalda. Podía escucharse la respiración agitada de ambos. Las manos jugueteaba por el cuerpo de Giuglio y los besos se hicieron mas apasionados.
No había límites para su entrega.
Un par de horas después entraron a bañarse juntos. Eran las 7:30 am cuándo Giuglio salió de casa rumbo al hotel.
- Solo cierra cuando salgas, yo te veré en el hotel.
Giuglio salió de su casa más sonriente que nunca.
Las dos semanas en la suite presidencial fueron las dos semanas más increíbles en la vida de los dos. Victoria había descubierto otra clase de amor. Sin poses, sin precio.
Llegado el momento de la despedida, en el aeropuerto a punto de abordar. Victoria se giró y vio a Giuglio caminar hacia la salida. No notó sus lágrimas, pero lo intuía. Se dijo que era ahora o nunca el momento de jugársela. O se regresaba a casa con un bello recuerdo o luchaba hasta el final por lo que acababa de construir con aquel hombre que la volvia loca.
No lo dudó. Tomó su maleta y corrió tras él
- Giuglio, Giuglio.
El se detuvo en seco. Levantó la mirada del suelo y se secó las lágrimas. Se giró lentamente y ahí esta ella. Decidida a intentarlo. Una princesa dejando todo por el lacayo.
- Todo esto me asusta, -dijo Victoria - pero puedo acostumbrarme a vivir en tu pequeño apartamento. Aprenderé a cocinar si aún quieres vivir esta aventura conmigo.
No hubo necesidad de decir nada. La tomó por la cintura y la beso delicadamente. Juntos se encaminaron a la salida abrazados.
- Señorita Monteverde, tendrá que buscar un trabajo
- Senor Messina, yo tengo un trabajo.
- Ah sí, y se puede saber cual es?
- Ser la Señora Messina
Se detuvieron frente al auto. Luego de un gran beso Victoria dijo:
- La fuente de Trevi cumplió mi deseo. Nunca me iré de aquí.
- Yo nunca te dejaré ir.
Los malos recuerdos se borraron de su mente. Nada podía opacar la felicidad que ahora había encontrado.
Victoria se aferro a este amor decidida a comenzar de nuevo viviéndolo hasta las últimas consecuencias.
Y así se enfilaron de nuevo en esa carretera a comenzar su vida juntos.
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