En la casa de las buganvilias
Con los ojos cerrados aspiro lentamente el aroma a café recién preparado. Ese aroma intoxica mis sentidos y es sinónimo de felicidad. Tengo que admitirlo, es una adicción, mi única adicción.
Me sirvo una taza y salgo al jardín. La mañana es fría, pero sobre mi piel helada, se siente un delicioso alivio con la caricia del sol.
Miro alrededor y pensándolo bien, no se vive tan mal aquí.
A mi mente regresan los recuerdos, tan claros, que casi los puedo tocar.
Conocí a Silvia en el gimnasio. Solíamos platicar durante las sesiones de ejercicio y ocasionalmente desayunábamos con otras compañeras de gimnasio después del la rutina en un pequeño restaurante a pocas cuadras.
Me identificaba mucho con ella, teníamos más o menos la misma edad, ambas con pareja y con 2 hijos de las mismas edades. Teníamos mucho en común. Desafortunadamente no vivíamos cerca y las ocupaciones de ambas no nos permitían cultivar esa amistad fuera de los límites del gimnasio. De cualquier manera no era necesario. Creamos un vínculo tan fuerte y aunque solo nos veíamos en las mañanas por un par de horas y algunas llamadas telefónicas por las tardes, había un cariño especial, era como esa hermana que ves poco pero que está ahí siempre. Nuestra amistad duro 3 años de esa manera.
Yo vivía en la zona residencial de lujo y ella vivía en las afueras de un complejo familiar de clase media. Pero para mí las diferencias económicas nunca han sido importantes.
Recuerdo esa semana que ella se fue de vacaciones; me sentí tan sola, especialmente porque coincidió con el viaje de negocios que mi marido hacía cada año. Así que me quedé con los niños y seguí mi rutina con su ausencia.
Dios, como extrañaba hablar con ella.
Debería aclarar que no soy el tipo de persona que sociabiliza, soy mas bien introvertida, por lo tanto esta amistad significaba todo para mi.
Una semana después, a su regreso, solo tuve tiempo de ver a Silvia un día antes de irme yo de vacaciones con mi familia.
Regresó mas feliz que nunca. Había tenido una seria platica con su pareja. Ellos no estaban formalmente casados pero llevaban años juntos y habían hecho una bonita familia. Solo vi un par de fotos de los niños en algún partido de la escuela.
Ese día me hizo una confesión: "Ya sabes que no estoy casada y que siempre ha funcionado bien para nosotros así... lo que no sabes... " - dijo haciendo un pausa intentando que lo que iba a decir no sonara tan estruendoso como sonó. - "es que Javier es casado; tiene otra familia"
Me quedé sin palabras, no sabía que decir. Se hizo un silencio incómodo.
No es que sea mojigata, pero no me cabía en la cabeza cómo una mujer podría conformarse con ser la otra, arrastrando a la familia a ese segundo lugar.
Me contó que lo había conocido una semana antes de que él se casara con la otra. Fue amor a primera vista. El siempre había sido claro con ella. Ese matrimonio le convenía financieramente y no pensaba dejarlo, por lo menos no pronto. Le pidió paciencia.
Así fueron pasando los años y vino el primer hijo y luego el segundo.
En este ultimo viaje, Silvia le puso un ultimátum a Javier y por primera vez le prometió que arreglaría su situación. Al parecer había logrado obtener buenas ganancias de ese matrimonio y abriría su propio negocio.
Silvia nunca había querido saber quien era la otra. Prefería pensar que no existía, y teniendo un nombre o un rostro, sería imposible de olvidar que ella era la otra.
"Ayúdame por favor a averiguar quién es ella, esta vez quiero saberlo"
Me rehusé al principio pero me dijo que tal vez yo podría conocerla ya que parecía que se movía en mi mismo circulo.
Casi a regañadientes acepté.
"Esta bien"- dije - "cuando regrese de vacaciones empezamos la búsqueda"
A mitad de mis vacaciones, Silvia me mando un mensaje. "Amiga, entre las cosas de Javier encontré una pulsera con una inscripción en la parte interna con las iniciales BS45´s" Y me mando la foto de la pulsera.
La reconocí enseguida. Brenda Schmit había regalado esas pulseras en la cena de su cumpleaños numero 45. No fue una cena muy grande, tal vez unas 80 parejas. Recuerdo que Luis casi tuvo que arrastrarme a esa cena. Las detesto.
La pulsera que me tocó a mi la tenía guardada en una cajita. No era mucho de mi agrado por lo que jamas la había usado.
Pasada la semana de vacaciones me puse a investigar. Debí pensar primero en esos detalles, pero los pasé por alto. Nunca relacione nada.
Silvia no tenía muchos detalles de la vida de casado de Javier. No tenía nombres, ni direcciones... nada.
"Es posible que me haya topado con ella sin saberlo" me dijo.
Así todo era más difícil. Pero un día todo cambió abruptamente.
El auto de Luis se averió y estaba en el taller. Lo llevé a la oficina y de ahí me fui al gimnasio.
Al llegar me pareció extraño ver el auto de Luis entrar delante de mí en el estacionamiento, especialmente porque acababa de dejarlo en su oficina.
Mi sorpresa fue al ver a Silvia bajar del auto.
Se aproximó a mí sonriente. "Buenos días amiga" - me dijo. Al ver mi cara de sorpresa me dijo, " Es el auto de Javier, el mió está en el taller"
En ese momento me quedó todo claro... Luis Javier, mi marido era el hombre que habia prometido dejarme para irse con ella... ¿Cómo pude ser tan tonta? Jamás relacioné los nombres, las fechas de vacaciones, el parecido de los niños de Silvia con los míos.
Decidí no adelantarme a las cosas, tenía que estar segura. Recordé la pulsera y en cuanto pude, la busque. Por supuesto no la encontré.
Ahora comenzaba mi investigación real. Seguí a Luis en los siguientes días.
Especialmente el Jueves. Siempre decía que ese día tenía juntas hasta tarde o citas fuera de la oficina.
Renté un auto y lo esperé a la salida de la oficina. Lo seguí.
Llegamos a un barrio de clase media en un conjunto habitacional.
Se detuvo en un parque y un par de niños corrieron a sus brazos. Una mujer de espaldas se levanta y camina hacia él.... Sí, era Silvia.
Los vi entrar en una casa blanca con un jardín lleno de buganvilias.
No tuve tiempo de meditarlo, la ira y la decepción se apoderaron de mi.
Bajé del auto y toque la puerta. Sorprendida Silvia me preguntó "Amiga, ¿Cómo supiste donde vivo?"
Di dos paso y le dije: "Descubrí lo que tanto querías saber, yo soy la esposa"
Luis Javier salió de la habitación y se quedó petrificado al verme ahí
Intentos de excusas, disculpas, gritos, enojo, reproche.
A partir de ahí, mis recuerdos se vuelven vagos, más gritos, enojo, reproches y luego.... sangre, mucha sangre.
Esa tarde en la casa de las buganvilias, murieron mi alma y mi esperanza.
Nadie comprendió mis razones. Dejé de ser La Señora Pávlova.
Hoy solo soy la prisionera 2748
Me sirvo una taza y salgo al jardín. La mañana es fría, pero sobre mi piel helada, se siente un delicioso alivio con la caricia del sol.
Miro alrededor y pensándolo bien, no se vive tan mal aquí.
A mi mente regresan los recuerdos, tan claros, que casi los puedo tocar.
Conocí a Silvia en el gimnasio. Solíamos platicar durante las sesiones de ejercicio y ocasionalmente desayunábamos con otras compañeras de gimnasio después del la rutina en un pequeño restaurante a pocas cuadras.
Me identificaba mucho con ella, teníamos más o menos la misma edad, ambas con pareja y con 2 hijos de las mismas edades. Teníamos mucho en común. Desafortunadamente no vivíamos cerca y las ocupaciones de ambas no nos permitían cultivar esa amistad fuera de los límites del gimnasio. De cualquier manera no era necesario. Creamos un vínculo tan fuerte y aunque solo nos veíamos en las mañanas por un par de horas y algunas llamadas telefónicas por las tardes, había un cariño especial, era como esa hermana que ves poco pero que está ahí siempre. Nuestra amistad duro 3 años de esa manera.
Yo vivía en la zona residencial de lujo y ella vivía en las afueras de un complejo familiar de clase media. Pero para mí las diferencias económicas nunca han sido importantes.
Recuerdo esa semana que ella se fue de vacaciones; me sentí tan sola, especialmente porque coincidió con el viaje de negocios que mi marido hacía cada año. Así que me quedé con los niños y seguí mi rutina con su ausencia.
Dios, como extrañaba hablar con ella.
Debería aclarar que no soy el tipo de persona que sociabiliza, soy mas bien introvertida, por lo tanto esta amistad significaba todo para mi.
Una semana después, a su regreso, solo tuve tiempo de ver a Silvia un día antes de irme yo de vacaciones con mi familia.
Regresó mas feliz que nunca. Había tenido una seria platica con su pareja. Ellos no estaban formalmente casados pero llevaban años juntos y habían hecho una bonita familia. Solo vi un par de fotos de los niños en algún partido de la escuela.
Ese día me hizo una confesión: "Ya sabes que no estoy casada y que siempre ha funcionado bien para nosotros así... lo que no sabes... " - dijo haciendo un pausa intentando que lo que iba a decir no sonara tan estruendoso como sonó. - "es que Javier es casado; tiene otra familia"
Me quedé sin palabras, no sabía que decir. Se hizo un silencio incómodo.
No es que sea mojigata, pero no me cabía en la cabeza cómo una mujer podría conformarse con ser la otra, arrastrando a la familia a ese segundo lugar.
Me contó que lo había conocido una semana antes de que él se casara con la otra. Fue amor a primera vista. El siempre había sido claro con ella. Ese matrimonio le convenía financieramente y no pensaba dejarlo, por lo menos no pronto. Le pidió paciencia.
Así fueron pasando los años y vino el primer hijo y luego el segundo.
En este ultimo viaje, Silvia le puso un ultimátum a Javier y por primera vez le prometió que arreglaría su situación. Al parecer había logrado obtener buenas ganancias de ese matrimonio y abriría su propio negocio.
Silvia nunca había querido saber quien era la otra. Prefería pensar que no existía, y teniendo un nombre o un rostro, sería imposible de olvidar que ella era la otra.
"Ayúdame por favor a averiguar quién es ella, esta vez quiero saberlo"
Me rehusé al principio pero me dijo que tal vez yo podría conocerla ya que parecía que se movía en mi mismo circulo.
Casi a regañadientes acepté.
"Esta bien"- dije - "cuando regrese de vacaciones empezamos la búsqueda"
A mitad de mis vacaciones, Silvia me mando un mensaje. "Amiga, entre las cosas de Javier encontré una pulsera con una inscripción en la parte interna con las iniciales BS45´s" Y me mando la foto de la pulsera.
La reconocí enseguida. Brenda Schmit había regalado esas pulseras en la cena de su cumpleaños numero 45. No fue una cena muy grande, tal vez unas 80 parejas. Recuerdo que Luis casi tuvo que arrastrarme a esa cena. Las detesto.
La pulsera que me tocó a mi la tenía guardada en una cajita. No era mucho de mi agrado por lo que jamas la había usado.
Pasada la semana de vacaciones me puse a investigar. Debí pensar primero en esos detalles, pero los pasé por alto. Nunca relacione nada.
Silvia no tenía muchos detalles de la vida de casado de Javier. No tenía nombres, ni direcciones... nada.
"Es posible que me haya topado con ella sin saberlo" me dijo.
Así todo era más difícil. Pero un día todo cambió abruptamente.
El auto de Luis se averió y estaba en el taller. Lo llevé a la oficina y de ahí me fui al gimnasio.
Al llegar me pareció extraño ver el auto de Luis entrar delante de mí en el estacionamiento, especialmente porque acababa de dejarlo en su oficina.
Mi sorpresa fue al ver a Silvia bajar del auto.
Se aproximó a mí sonriente. "Buenos días amiga" - me dijo. Al ver mi cara de sorpresa me dijo, " Es el auto de Javier, el mió está en el taller"
En ese momento me quedó todo claro... Luis Javier, mi marido era el hombre que habia prometido dejarme para irse con ella... ¿Cómo pude ser tan tonta? Jamás relacioné los nombres, las fechas de vacaciones, el parecido de los niños de Silvia con los míos.
Decidí no adelantarme a las cosas, tenía que estar segura. Recordé la pulsera y en cuanto pude, la busque. Por supuesto no la encontré.
Ahora comenzaba mi investigación real. Seguí a Luis en los siguientes días.
Especialmente el Jueves. Siempre decía que ese día tenía juntas hasta tarde o citas fuera de la oficina.
Renté un auto y lo esperé a la salida de la oficina. Lo seguí.
Llegamos a un barrio de clase media en un conjunto habitacional.
Se detuvo en un parque y un par de niños corrieron a sus brazos. Una mujer de espaldas se levanta y camina hacia él.... Sí, era Silvia.
Los vi entrar en una casa blanca con un jardín lleno de buganvilias.
No tuve tiempo de meditarlo, la ira y la decepción se apoderaron de mi.
Bajé del auto y toque la puerta. Sorprendida Silvia me preguntó "Amiga, ¿Cómo supiste donde vivo?"
Di dos paso y le dije: "Descubrí lo que tanto querías saber, yo soy la esposa"
Luis Javier salió de la habitación y se quedó petrificado al verme ahí
Intentos de excusas, disculpas, gritos, enojo, reproche.
A partir de ahí, mis recuerdos se vuelven vagos, más gritos, enojo, reproches y luego.... sangre, mucha sangre.
Esa tarde en la casa de las buganvilias, murieron mi alma y mi esperanza.
Nadie comprendió mis razones. Dejé de ser La Señora Pávlova.
Hoy solo soy la prisionera 2748
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